Capítulo 5. Saturno
- Yadir Medina Oliva
- 17 abr 2023
- 4 Min. de lectura
"Los sueños son la brújula que nos impulsa a continuar adelante, sin ellos estaríamos perdidos"
Miro desde lo lejos y siento como una parte de mí sé queda detrás. Quisiera regresar. Pero los sacrificios nos enseñan el valor de las cosas. Si deseo salvar todo lo que me importa, debo marcharme, ¡no estoy solo! en mis bolsillos llevo una parte de mi hogar.
Tomé un pequeño trozo de luna que cayó del cielo cuando fue golpeada por el meteorito. También una de las pequeñas flores que crecen cerca de mi arroyo. Por último, una semilla de mi árbol. Aunque no esté en él, mi mundo siempre estará conmigo.
Estoy llegando a Saturno. Es un planeta enorme, tiene grandes anillos y su atmósfera es una gran nube de gas que lo envuelve. Me adentro en ella. No puedo ver nada, cierro los ojos y siento su gravedad tirar de mí, ¡algo oprime mi pecho!
¡Tengo miedo!
Sucede algo raro. Las nubes se separan, unos rayos de luz acarician mis manos. Me atrevo a abrir los ojos.
No lo puedo explicar, con asombro observo el paisaje más hermoso que alguna vez imaginé. Hay grandes montañas que sobrepasan las nubes, de ellas caen enormes masas de agua que corren por un valle.
¡Me siento angustiado!
Me recuerdan a mi volcán y mi pequeño arroyo, ¡no son grandes, pero son míos!
Aterrizo sin problemas sobre un claro, al centro hay un frondoso arbusto. Rodeado por otros tantos, fue el primero que noté por ser muy parecido al mío. Poco a poco camino hacia él.
Asombrado veo masas de tierra flotando encima, ¡todo da vueltas! De la nada aparecen unas pequeñas criaturas como flores, ¡nunca las había visto!
Tienen bonitos colores, parecen tan delicadas. Vuelan sobre mí. Como si me saludaran y se van posando sobre estas.
Escucho un gran estruendo, ¡me escondo! Es un ser enorme de color azul, se parece a las ballenas que el personaje de mis libros de niño veía en los suyos. Pero no observo océanos cerca, está parece volar en el vacío. Junto a otras dos que la acompañan, emocionado salgo a saludar.
¡Hola!, ¡Me escuchan!
Me miran y al ver sus ojos, ya no siento miedo. Solo una gran paz. Como si nada en este lugar me pudiera hacer daño.
Nadie me había hecho un regalo como ese.
No dijimos nada, pero, aun así, sentí tantas cosas que con palabras nunca podré explicar
.
Continué explorando, me hallé delante de un camino que a la vez llevaba a un enorme cartel que decía:
¡Bienvenido al Planeta de los sueños!, ¡Donde todo es posible!
Detrás había un gran parque lleno de cosas increíbles. En mi vida había visto nada igual. ¡Estaba repleto de personas, parecían tan distraídas! Sus risas eran contagiosas y el brillo en sus ojos como el de las estrellas.
Les pregunté si en ese sitio podría encontrar una llama capaz de encender mi sol.
Estaban tan absortos en sus cosas que nadie pudo decirme.
Luego una pequeña niña corriendo tropezó conmigo, no sé qué sucedió, fue como si por un instante el tiempo se detuviera en cámara lenta. Como cuando vemos un sitio y sentimos que ya hubiésemos estado sin nunca haber puesto un pie. O a una persona que sentimos conocer sin haberlo hecho.
No pude evitar correr detrás de ella.
Por un momento me entretuve mirando las maravillas de aquel paraje y terminé al final de un acantilado; la niña había desaparecido.
Era tarde, el sol se estaba poniendo, ¡no era mi estrella! Aun así, mis ojos no pudieron evitar derramar lágrimas.
¡No quiero que la mía se apague!
Sentí una voz detrás que con suavidad me decía:
¿Por qué lloras?
Por impulso contesté
¡No puedo evitarlo! De dónde vengo el sol se está muriendo y la luna está incompleta. Con gran dolor me despedí de ellos para encontrar el fragmento que le falta a ella y una llama lo suficientemente fuerte como para reanimar el corazón de él.
¡Pero es inútil! Aquí no está lo que busco.
¿Estás seguro? Respondió el anciano.
Tenía la barba blanca, también el cabello, un rostro amable y ojos llenos de sabiduría. Los de alguien que ha vivido muchas vidas.
¿Cuál es tu nombre? Pregunté, lo veía familiar.
Con una pequeña sonrisa respondió, ¡tú ya me conoces! De pequeño te vi crecer, fui testigo de tu primer amor, también de tus primeras lágrimas, te observé pedir deseos a las estrellas y venir aquí cuando dormías.
Mi nombre es Tiempo.
Luego, puso su mano en mi hombro y se sentó a mi lado. Nos quedamos unos minutos sin decir nada, solo mirando el atardecer.
Rompí el silencio para preguntarle:
¿Me puedes ayudar a arreglar mi planeta?
Él continuó mirando la puesta de sol, pensativo me dijo:
Las personas, cuando son felices olvidan la tristeza. Como aquellas del parque. Concentran todas sus fuerzas en siempre permanecer así. Al final, únicamente terminan agotadas.
Creen que de esa forma sanarán sus heridas y evitarán el sufrimiento.
Lo que no comprenden es que la felicidad puede congelar las heridas, pero cuando pasa. Debemos enfrentarnos a ellas.
¿Entonces por qué arriesgar las heridas a que nunca sanen?
La solución es encontrar la manera de vivir con ambas. Esas personas, parece que nadaran contra la corriente del más fuerte de los ríos, a veces lo mejor es dejarse llevar. ¿Quién sabe, si en el trayecto algo nos podría sorprender?
Entonces volvió a preguntar
¿Qué sientes al ver el sol ponerse?
¡Tristeza! Como cuando recordamos las cosas que se van y no regresarán.
¡Verás!
Señalando al sol, ¡él siempre estará ahí! Es el girar del planeta lo que nos esconde de su resplandor. Si te centras solo en la tristeza, jamás podrás disfrutar de la belleza del atardecer, ¡además! No hay nada que temer, dentro de unas horas volverá a salir.
Me levanté y le di un abrazo como el de un hijo a su padre.
Antes de continuar, me dijo, ¡dame algo de tu planeta! Metí la mano en mi bolsillo y al abrirla, ¡ahí estaba! La semilla que tomé de mi árbol.
Se la entregué, cerró su mano diciendo, ¡todo necesita tiempo para crecer, ahí está la magia de las cosas! La niña que persigues tiene las respuestas que buscas ¡date prisa! La vi tomar el camino a un lugar peligroso, está lejos ¡necesitas irte ya!
Por último, recuerda:
‟Ni la noche más oscura, puede apagar la luz más brillante"
¡Gracias por el consejo!
Le dije adiós mientras me alejaba, ¡creo que el tiempo nos enseña muchas cosas, solamente debemos aprender a escuchar!
El lugar al que voy es frío, oscuro y desolado. Espero tener el valor para enfrentarme a lo que ahí me espera.
Próxima parada. Neptuno.
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