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Capítulo 8. Kepler 22b

  • Foto del escritor: Yadir Medina Oliva
    Yadir Medina Oliva
  • 17 abr 2023
  • 5 Min. de lectura

‟Siempre sé el centro de tu universo, nunca permitas que alguien ocupe ese lugar. Si decides hacerlo, que sea compartido"


Mientras me adentro en el espacio, las estrellas brillan con más fuerza, los cometas pasan de largo diciendo adiós, rumbo a Kepler 22b, estoy preocupado, este sector está rodeado por asteroides de composición diversa, chocando unos con otros, no es fácil atravesarlos. En una nave como la de Estela y Brandon será una tarea difícil.


Finalmente, logro ver el planeta, en realidad no es un planeta como tal, es una luna que orbita un gigante gaseoso, tiene su propia atmósfera, su propio anillo de asteroides compuesto en su mayoría por fragmentos de hielo que al recibir la luz brillan con intensidad.


Kepler tiene tres satélites, la estrella que orbita es de color azul. Está formado casi en su totalidad por agua. Rodeado por un único océano, al centro, se encuentra un gran continente.


Al penetrar la atmósfera, que curiosamente es de un color morado brillante, me dirijo hacia la gran masa de tierra. Me detengo en una vasta región boscosa de vegetación exuberante, aunque a lo lejos veo un decadente asentamiento de algún tipo.


Lo más destacable es una torre que recordé de las imágenes en los monitores del centro de control en la NASA, ¡este lugar parece haber estado habitado por humanos!


Aterrizo y miro hacia el cielo, es hermoso, al fondo se encuentra el enorme planeta, veo dos de las lunas de Kepler, la otra supongo que en este momento no es visible.


Al Norte se divisa una gran cordillera montañosa con cumbres nevadas. Al Sur un caudaloso río con cascadas que desemboca al mar. Lo que llamó mi atención al Oeste fue una región de lo que parecen islas flotantes. En el último punto cardinal, es donde me encuentro.


La vegetación es espesa, los árboles son altos, sus hojas son de color rojo o amarillo, la hierba es de un azul intenso, el mar es morado pálido, ya que refleja la tonalidad del cielo.


Algo que me genera curiosidad es no ver ninguna criatura, todo es muy tranquilo y callado.


Al adentrarme en el bosque me sorprenden pequeñas esferas brillantes que surgen de la tierra, me rodean, luego desaparecen.


Las rocas, entre otras cosas parecen de cristal, cuando las alcanza la luz la reflejan y devuelven en las más hermosas tonalidades.


Al caer la noche muchas de estas plantas son fluorescentes y resplandecen en la oscuridad.


¡Es muy bonito!


Cerca de un claro, encuentro una figura recostada a un árbol, reconozco a Estela, está acompañada por una criatura extraña.


Estela, ¡estás bien!


¡No, no lo estoy!


Brandon está muriendo, he recorrido todo el lugar en busca de una cura que no puedo encontrar.


¡Tengo mucho miedo!


¡No quiero perderlo!


Entonces me abraza mientras sus lágrimas humedecen mi piel.


¡No entiendo lo que la muerte significa para ustedes!


¡Es cuando pierdes a alguien para siempre! dice ella.


¡Para mí, es solo un viaje hacia un paraje que no recordamos!, ¡Somos energía! Estamos hechos del mismo material de las estrellas, si lo percibes de esta manera, la energía no desaparece, solamente se transforma, ¡cómo yo la entiendo! En realidad, nada muere.


¡Estoy agotada!


¡Ven! Vallamos a verlo.


Levanto el agotado cuerpo de Estela y la llevo hacia donde me indica.


Al detenernos corre hacia la habitación, él se encuentra recostado en su cama, apenas respira, su piel está fría, tiene un extraño color gris, el brillo en su mirada se está apagando.


Estela llora desconsolada a su lado.


¡Es hora que me dejes ir! Le susurra Brandon.


¡Siempre te voy a amar, hasta el infinito y más allá!


¡Pero no me puedo quedar!


Agradezco en lo más profundo haberte conocido, mientras lleves mi regalo, siempre estaré contigo.


Estela mira uno de sus dedos, yo hago lo mismo, sorprendido veo un hermoso anillo. El cual lleva engarzado el fragmento de luna que regalé al astronauta el día que nos conocimos.


¡De que sirve un cuerpo a tu lado, cuando aquello que lo hace especial va desapareciendo! Dice Estela.


Entonces recuerdo algo. Saco de mi bolsillo lo último que me llevé de mi planeta. Una de las flores que crecen cerca de mi arroyo.


¡Siento una gran alegría!


¡Estela, rápido, toma esta flor, absorbe su néctar y dáselo!


Sorprendida, como quien no sabe que está sucediendo, absorbe el líquido y con un cálido beso, introduce el néctar en la boca del chico.


Brandon respira profundamente, su piel comienza a recuperar el color, sus ojos vuelven a ser los mismos, con fuerzas renovadas se incorpora, toma a Estela de las manos, se queda mirándola un momento, luego sus labios se rozan suavemente.


¡Fue algo mágico!


Estoy tan emocionado que las luces de la nave comienzan a parpadear.


¡Algún día, quisiera tener algo así!



¡Los dejo un rato a solas! Salgo de la nave y me siento fuera.


Luego, Brandon recuperado del todo, toca mi hombro, me incorpora y abraza, coloca mi cabeza contra su pecho, sus lágrimas caen sobre mi rostro mientras dice:


¡Hoy me has vuelto a salvar!


Gracias por darme otra oportunidad cuando creía que todo estaba perdido, eres el mejor amigo que alguien pueda desear, apareciste de pronto, en el momento que más te necesitaba y compartiste lo más hermoso que alguien pueda entregar.


¡Su tiempo!


Él es el mejor regalo que dios nos hace con la promesa de que todo pasará, de esta forma sanan las heridas y volvemos a ser nosotros mismos una vez más.


¡Siempre tendrás un lugar entre nosotros!


Algo entra a la atmósfera, miramos al cielo mientras vemos una luz a lo lejos.


Debe ser el transbordador, dice Estela.


¡No es posible! Respondo.


Hace mucho salimos de la tierra y ya estaba en camino.


Sucede que el tiempo aquí transcurre de modo diferente que en otros planetas.


Me comenta Estela


¡Ve!


Encuentra lo que buscas, nosotros nos quedaremos, reconstruiremos este sitio. Sus anteriores habitantes no supieron cuidarlo, pero ahora tenemos otra oportunidad.


Antes de irme quiero hacerles un último regalo y dije:


"El valor de la vida no se calcula en la vida en sí misma, sino en los pequeños momentos que vivimos cada día, haciendo lo que amamos, los que compartimos con aquellos que queremos, precisamente son esos, aunque efímeros, los que marcan la diferencia"


¡Recuérdenlo siempre!


Me despido de la pareja mientras me alejo, algo me oprime el corazón, no sé si es la tristeza de dejar a mis amigos o el miedo de no encontrar la salvación de mi hogar.


Dejarlos no fue fácil, aprendí a quererlos, pero, no siempre todo lo que comienza junto, termina igual.


Llego donde el transbordador, fuera se encuentra una joven de cabellos largos y ojos verdes.


Al verme sonríe.


¡Al fin has llegado!


¿Sabes quién soy? Le digo.


¡Si! Aunque tú aún no has llegado a conocerme.


¡Cuando te vi la última vez, eras solo una niña!


¡Caprichos del tiempo! me responde indiferente.


Él dijo que sabías la forma de salvar mi planeta.


¿Es cierto?


¡Así es!


¿Cuál es tu nombre?


¡Tú ya lo sabes! Está en una de tus historias favoritas.


¡Me llamo Wanda!


La miro fijamente, hay algo en ella que reconozco en mí.


¡Parece tan familiar!


Wanda introduce con cuidado las delicadas manos en su pecho y de él saca una llama dorada.


¡Ten!


Puede ser pequeña, pero tiene el poder de mil soles.


¡Se llama fe!


¡Guárdala bien! Cuando llegues a tu mundo.


¡Sabrás qué hacer!


¡Nunca la pierdas!


La sostengo y guardo dentro de mi corazón.


¡Siento tranquilidad!


¿Puedo hacerte una pregunta? Le digo.


¡Si sabías quién soy, porque no dijiste nada la primera vez que coincidimos!


¡Verás! Tenías que emprender este viaje, llegar a los lugares que llegaste, aprender lo que ahora sabes, tocar los corazones de todas aquellas personas que conociste y lo más importante, darles esperanza cuando la habían perdido.


Hay algo más que debes saber. Es un secreto.


Wanda se acerca a mis oídos y susurra algo que me deja sin saber qué decir.


La abrazo con fuerza, no quiero dejarla.


Mi tiempo aquí se ha agotado, me comentó, no estés triste, en el futuro nos volveremos a encontrar.


¡Ahora ya lo sabes!


La apreté aún más, ella hizo lo mismo, se formó en mi pecho un nudo que jamás había sentido, por un instante el tiempo pareció detenerse, hasta que poco a poco Wanda se desintegró en miles de pequeñas luces que volaron hacia el cielo y se transformaron en estrellas.


Con pesar en mis ojos y la esperanza de salvar lo que más amo, me despido de este maravilloso lugar.


¡Es hora de volver a mi mundo, ahora tengo todo lo que necesito!


Próxima parada, ¡de regreso a casa!



 
 
 

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